
L’abat Oliba
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El abat Oliba
El abad Oliba era hijo de Oliba Cabreta, conde de Cerdanya y Besalú. Cuando su padre se retiró para hacerse monje, Oliba recibió el condado de Berga con solo 17 años. Pocos años después, decidió seguir los pasos de su padre y hacerse monje, y dejó el condado de Berga a su hermano, Guifré II de Cerdaña. A pesar de ello, era un hombre con ambición y pronto consiguió ser abad de tres monasterios. Su ascenso no pasó desapercibido en la casa condal de Barcelona, y la condesa Ermessenda contribuyó a que lo proclamaran obispo de Vic. A cambio, Ermessenda ganaba un aliado para frenar a los vizcondes de Cardona en la comarca de la Anoia.
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El obispado de Vic. La cruz y la espada
En época visigoda, la ciudad de Ausa (que después tomó el nombre de Vic) fue sede episcopal. Tras la interrupción por la conquista musulmana, Vic volvió a tener obispos a finales del siglo IX, en época de Wifredo el Velloso.
Además de sus funciones religiosas, los obispados también tenían un poder territorial importantísimo, y Vic no era una excepción. A principios del siglo XI, los condes de Barcelona le cedieron el poder sobre buena parte del norte y del oeste de la comarca de la Anoia. Pero no era un regalo a cambio de nada: quien recibe un territorio de frontera, tiene que ocuparse de defenderlo, en algunas ocasiones con la espada y, en otras, con el arado.
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La herencia de Wifredo el Velloso
(siglos XI-XII)
En la época de Wifredo el Velloso, toda la comarca de la Anoia quedó incorporada a sus condados. No obstante, 100 años después todavía no era un territorio seguro. La débil frontera que separaba a los cristianos de los sarracenos a menudo era traspasada por las espadas. Y, los primeros en sufrirlo, los más vulnerables, eran siempre los colones.
A lo largo de la primera mitad del siglo XI, los herederos de Wifredo lucharon por conservar este territorio promoviendo repoblamientos, levantando fortificaciones y, cuando tenían la ocasión, saliendo al ataque. Pero todo cambió a mediados del siglo XI. El aumento del poder de los condes y la división del califato de Córdoba en taifas no propició un avance de la frontera, sino un estancamiento, ya que los condes preferían cobrar tasas a las taifas andalusíes y expandirse hacia Occitania. En el siglo XII, los condados catalanes ya eran maduros y fuertes, y optaron por derrumbar la frontera que se habían autoimpuesto en el sur.
Durante aquellos 150 años, se movieron por la comarca de la Anoia grandes personajes: nobles, obispos, guerreros y diplomáticos. Todos ellos dejaron huella y todos protagonizaron luchas memorables.
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