El siglo XIII fue determinante para los castillos de la Anoia y sus habitantes: pasó de ser una tierra de frontera a ser la cuna de los conquistadores y los colonizadores de los reinos sometidos por Jaime I. La baja nobleza de la Anoia era castellana (guardiana) de los castillos, pero no era propietaria. La expansión supuso para ellos una forma de enriquecimiento y gloria militar. Por otro lado, el rey Jaime, cuestionado en su juventud por los nobles (entre los que también se encontraban los habitantes de la Anoia), conseguirá convertirse en la figura central de esa época gracias a su lideraje en la conquista.
La actual comarca de la Anoia se convirtió en el tablero de una partida de ajedrez a cuatro bandos. Los Claramunt señoreaban el centro y el sur de la comarca, los Cardona ya se habían apoderado de Ódena y Castellolí, el rey tenía posesiones en Piera y Cabrera, y la Iglesia velaba por sus intereses en la villa de Igualada y el extremo sur del actual término de Piera. Estos cuatro poderes mantuvieron relaciones constantes, y no faltaron los pactos, las traiciones, los crímenes y los gestos de audacia.
La partida para hacerse con la Anoia pasó por numerosos intercambios de poder y fue clave para el futuro del país. ¿Cómo consiguió Jaime I superar las revueltas de los nobles? ¿Como consiguió el abad de Sant Cugat blindar Igualada ante el asedio de los señores de su entorno? Si queréis resolver estas y otras preguntas, adentraos en la constelación de historias entrecruzadas del siglo XIII en la Anoia.
Entre finales del siglo X y principios del XI, los condes de Barcelona confiaron a los Claramunt la defensa de la Anoia ante las incursiones musulmanas. Desde el castillo de Claramunt y gracias a la posición avanzada de la Torre de Claramunt, estos señores cumplieron su función y se enriquecieron, lo cual les dio un papel relevante en la corte de Barcelona y les valió el nombramiento de vizcondes de Tarragona. Este ascenso dentro de la nobleza se afianzó cuando emparentaron con los Cardona y los Montcada. Los Claramunt seguían siendo la mano derecha del conde de Barcelona, pero empezaban a tener una política y unos intereses propios. Durante los siglos XII y XIII, los Claramunt, hombres y mujeres audaces, se posicionaron siempre del lado de los condes. Bueno, casi siempre…
Saurina de Claramunt
Sin hermanos hombres, a finales del siglo XII Saurina de Claramunt heredó el señorío de Claramunt. Enviudó joven y, en 1205, asumió su señorío en solitario y veló por el futuro de su hijo Guillermo, menor de edad. El linaje de los Claramunt estaba en una situación delicada, que ella, con gran astucia, supo defender de las amenazas exteriores. Una de esas amenazas era el conflicto con Bernat de Montbui, con quien compartía intereses y límites señoriales. ¿Cómo consiguió Saurina obtener de él una concesión de agua para los habitantes de Igualada?
Guillem II de Claramunt
Inicialmente, Guillem II de Claramunt siguió la línea política de los Claramunt al respaldar los condes de Barcelona (también reyes de Aragón desde mediados del siglo XII). No obstante, su relación sufrió un giro cuando Guillem participó (junto con su pariente Guillem II de Montcada y de Bearn y otros nobles) en una revuelta contra Jaime I y los Cardona. El rey, todavía adolescente, incluso fue encarcelado. Este acto contra el rey hubiera tenido que comportar una enemistad con los Claramunt, pero poco después Jaime I se puso del lado de Guillem II de Claramunt y Guillem II de Montcada y de Bearn en su guerra contra los Cardona. ¿Qué pasó después de que Jaime I fuera encarcelado? A partir de entonces, los Montcada y los Claramunt siguieron al rey a todas partes, incluso en la conquista de Mallorca… de la que ninguno de los dos Guillems regresó vivo.
Berenguer de Claramunt
Cuando Berenguer se convirtió en señor de Claramunt, los días de mayor gloria del casal ya habían pasado. Los Cardona, cada vez más fuertes en la Anoia, se reconciliaron con la Corona. Los nuevos equilibrios debilitaron tanto a Berenguer, que vendió sus derechos sobre el castillo de Claramunt el año 1306. Expulsados del que había sido su casal durante más de tres siglos, los Claramunt se trasladaron a la Torre de Claramunt. En 1318 también tuvieron que vender sus derechos señoriales sobre la Torre y se quedaron en ella como simples castellanos. ¿Qué provoco esa caída tan precipitada de los Claramunt?
Los Cardona sustentaban su poder en los títulos, pero también en la posesión de las minas de sal. La expansión de su poder hacia la Anoia era un hecho natural y, además, allí tenían lazos familiares: desde el siglo XI estaban emparentados con los Claramunt y, a finales del siglo XII, emparentaron con la familia Jorba. De estos últimos heredaron los castillos de Ódena y Castellolí. Durante el siglo XIII, los castellanos de Ódena y Castellolí fueron los peones de los Cardona en la Anoia contra los intereses del rey, de los Claramunt y de la Iglesia. Los Cardona se quedaron al margen de las grandes conquistas de la época e incluso los acabaron derrotando en Cardona. Al señor de Ódena, su posicionamiento le valió una excomunión, la pérdida de sus derechos sobre Igualada y sobre el castillo de Ódena, y un final desastroso.
Gueraua de Jorba
Gueraua era la nieta de Guerau de Jorba, uno de los nobles más influyentes de la Cataluña de mediados del siglo XII, con propiedades que se extendían por el triángulo de las actuales comarcas de la Anoia, el Segrià y la Conca de Barberà. De los dominios del abuelo había heredado los castillos de Ódena y de Castellolí, así como, probablemente, su vocación expansiva. Su matrimonio con Guillem I de Cardona le dio la posibilidad de ejercer un poder real, que tenía que culminar con el mandato de su hijo Ramon Folc IV de Cardona. ¿Lo conseguiría?
Ramon Guillem II d’Òdena
Señor de Ódena durante buena parte del siglo XIII, sufrió las consecuencias de posicionarse del lado de los Cardona. No participó en las grandes conquistas de la época, tuvo que renunciar a sus derechos señoriales sobre Igualada, fue excomulgado y, finalmente, juzgado por la justicia real. Durante ese juicio, se le reveló de forma contundente la implacabilidad de Jaime I.
Guillem de Castellolí
Señor de Castellolí durante la segunda mitad del siglo XIII, Guillem vivió el cambio hacia los Cardona en la política del rey. Junto con el vizconde Ramon Folc V de Cardona, se negó a acompañar a Jaime I a luchar en Granada a favor de su yerno, Alfonso X de Castilla. Las represalias fueron contundentes: Guillem perdió su castillo; Ramon Folc, la vida. Con la muerte de Jaime I y el ascenso de su hijo Pedro el Grande, todo regresó a su sitio. Guillem recuperó el castillo y se convirtió en el hombre de confianza de Ramon Folc VI de Cardona.
A principios del siglo XIII, Jaime I reunía todos los títulos de conde del principado, excepto el de Urgel. Además, era rey de Aragón, por lo que prácticamente el único contrapoder que tenía era el de los vizcondes. En la Anoia del siglo XIII, los máximos competidores de Jaime I eran los vizcondes de Cardona, con sus vasallos de Ódena y Castellolí. Jaime tenía que utilizar todos los recursos posibles para frenarlos, pero ya no podía confiar completamente en los Claramunt, sus tradicionales aliados. Una de las opciones que le quedaban pasaba por debilitar a todos los señores feudales por igual y a los castillos como origen de su poder. De esta situación se vieron favorecidas las ciudades emergentes de Piera e Igualada, en las que el rey iría ganando poder como apuesta de futuro.
Jaime I el Conquistador
En 1226, Jaime I era un joven de 18 años con serios problemas y dificultades para controlar la nobleza catalana y aragonesa. Ese año, estalló un enfrentamiento entre los Cardona (que hasta entonces habían respaldado al rey) y los Montcada (que hacía poco que se le habían revelado y lo habían encarcelado). Aunque su posicionamiento lógico hubiera sido respaldar a los fieles y poderosos Cardona, el rey se puso del lado de Guillem II de Bearn y Montcada. ¿Cómo se forjó esa alianza?
Desenlace en el castillo de Claramunt
Guillem II de Montcada y Bearn y su pariente Guillem II de Claramunt jugaron a partir de entonces un papel destacado al lado del rey, y lo acompañaron a la conquista de Mallorca. A pesar de la victoria en la isla, los dos perdieron la vida. Así pues, Jaime I no solo afianzó su liderazgo gracias a la conquista, sino que también frenó el poder de los Cardona, de los Montcada y de los Claramunt. A partir de entonces, su reinado tenía que ser coser y cantar, principalmente en la Anoia. ¿Fue así?
Guillem Sescorts
Guillem Sescorts acompañó a Jaime I en la conquista del Reino de Valencia, junto con su familia. No era una familia cualquiera; eran comendadores de la orden de San Jorge de Alfama, una orden de religiosos-guerreros al servicio de la monarquía. En agradecimiento a los servicios prestados, en 1265 Guillem Sescorts fue nombrado castellano del castillo de Piera, a cambio del compromiso de acoger siempre a los condes-reyes.
Asbert de Mediona
Procedente del Penedés, Asbert de Mediona fue un fiel reflejo de su tiempo. Llegó a la Anoia gracias a la permuta que hizo en 1273 con Jaime I, en la que cedió el castillo de Altea al monarca a cambio de recibir el de Cabrera. A pesar de ello, su papel no se limitó a la gestión de sus posesiones: en la defensa de Gerona ante la invasión francesa y en el ataque sobre Mallorca se posicionó al lado de Pere el Gran, haciendo de embajador en Francia. El rey lo recompensó con la baronía de Pierola. Ya durante el reinado de Jaime II, estuvo presente en una embajada de Marruecos y en la expedición contra Almería. ¿Qué papel jugaban las posesiones en la Anoia de ese personaje tan entregado a la política exterior?
Desde el primer momento de conquista, los obispados tomaron parte activa en la toma, fortificación y control de los nuevos territorios. En los siglos posteriores, los monasterios también fueron reuniendo territorios sobre los que actuaban como verdaderos señores feudales, gracias a las donaciones que recibían. En la Anoia encontramos dos buenos ejemplos de este poder eclesiástico: el monasterio de Sant Cugat del Vallés (que poseía Igualada y el castillo de la Ventosa) y la canónica de Santa Maria de Solsona (que poseía el castillo de Freixe). Su poder e influencia sobre los nobles y sobre la misma Corona les convirtió en una pieza clave para establecer los equilibrios en el territorio.
Berenguer de Santa Oliva
Abad del monasterio de Sant Cugat del Vallés (1205-1211), Berenguer de Santa Oliva resolvió el pleito que interpuso Bernat de Montbui con relación al uso que los habitantes de Igualada hacían del agua del río Anoia, especialmente para el funcionamiento de los molinos. En esta negociación tuvo un papel fundamental Saurina de Claramunt. ¿Qué cartas se jugaron en esta partida a tres bandos?
Pere de Amenys
Abad del monasterio de Sant Cugat del Vallés (1232-1255), Pere de Amenys se relacionó a menudo con Jaime I, que favoreció al monasterio como contrapeso del poder del obispado de Barcelona. El monasterio recibió numerosos privilegios del rey, especialmente reducciones de impuestos. Como contrapartida, en 1240 Sant Cugat cedió al rey la mitad de sus derechos sobre Igualada. El rey conseguía así hacerse con las riendas procedentes de la dinámica villa, pero ¿qué ganaba Sant Cugat?
Guillem de Freixe
Guillem de Freixe era el castellano del castillo de Freixe, propiedad de la canónica de Santa Maria de Solsona. Igual que había hecho su padre Ramon, se negaba a reconocer su sumisión y ejercía como señor a todos los efectos. ¿Cómo consiguió sostener esta situación durante casi un siglo?