El olor del verano
Llega el verano.
El sol llena todos los rincones de los campos, los bosques, las montañas y las casas.
Los rayos intrépidos miman, insolentes, las piedras y las hierbas. Abrazan nuestras pieles y nos hacen sentir el primer calor. E, indolentes, nos empezamos a desnudar para ahuyentar el sudor y la sensación de constreñimiento de todo lo que nos cerca más de la cuenta.
Los olores se esparcen curiosos por todos los rincones, olores de pinos, de cereales, de viña, de las flores más perfumadas. El paisaje se nos aparece como un cuadro perfecto, tentación para pintores y poetas. Capricho de adolescente que cambia de humor con los vientos y los rocíos.
Y la noche, mágica, repleta del ambiente festivo, de vacaciones, de música que ambienta lo que ya se está orquestando, que invita indecente a sentir piel con piel, miradas, círculos y besadas. Sol y luna. Mar y cielo. Bosques y rocíos.
Juego de sensaciones, sentimientos, vibraciones y pasiones. Sinfonía exaltada.